Yeison Medina, Colombia
Como la mayoría de las cosas buenas que llegan a la vida, la limpieza hepática llegó sin planearla, más aún en épocas navideñas, en las que las tentaciones son muchas y de diferentes formas: buñuelos, natilla, cerveza, platos especiales, galletas y chocolates.
Aprovechando que me encontraba en casa de mi prima, ubicada en zona rural del municipio de San Carlos, Antioquia, junto a ella, quien es médica naturista, inicié mi limpieza hepática.
Ocho días en los que consumiendo jugos verdes, fruta (exceptuando mago y banano), proteína vegetal (fríjol, quinoa, amaranto, lenteja, arveja y garbanzo), bebidas aromáticas, ensaladas y las sales amargas de sulfato de magnesio (los días siete y ocho), limpié mi hígado de una forma natural.
Confieso que no fue difícil para mí llevar esta desintoxicación pues consumo poca carne y no me hace falta el arroz, la leche y sus derivados o el pan, alimentos que se eliminan durante estos días. Sin embargo, cada tanto se me antojaba una arepa, una aguapanela o una almojábana.
Algo que disfruté en demasía fue hacer consciente los alimentos que llevaba a la boca, tanto en sus sabores y texturas, como en las propiedades particulares que cada uno tiene y los beneficios que traen para el cuerpo al momento de ingerirlos.
Considero que la limpieza se complementa con dormir bien, caminar, bañarse en ríos y quebradas, ahorrar palabras y llevar las manos a la tierra.
Que tu alimento sea tu propia medicina trasciende la cucharada de lo que se lleva a la boca; alimento es lo que se habla y lo que se escucha, lo que se ve y cómo se ve; es contemplar, es caminar, es ser en su máxima expresión.
He quedado muy satisfecho con la limpieza hepática y con el acompañamiento de Flor Médica. Es un disfrute inmenso consentir el cuerpo y sus órganos, agradecerle, alivianarlo y aliviarlo sin químicos, sin fármacos.
Deja un comentario